La obsesión por tener unas pestañas más largas, densas y con más fuerza no es algo nuevo, aunque la forma en la que tratamos de conseguirlo sí ha cambiado mucho. Hace unos años lo normal era tirar de máscara, rizador o extensiones, mientras que ahora los sérums para pestañas han ido ganando repercusión gracias a la promesa de que no se trata de un efecto inmediato y efímero, sino de una mejora real en la apariencia de las pestañas con el paso de las semanas. La cuestión es que no todos los sérums funcionan igual ni tienen la misma composición, y ahí es donde conviene mirar con lupa los ingredientes que llevan.
Lo que ocurre con estos productos es parecido a lo que pasa con las cremas faciales: puedes tener un tarro bonito y caro en la estantería del baño, pero si lo que hay dentro no incluye componentes con evidencia o formulados de manera coherente, el resultado acaba siendo más psicológico que real. Por eso conviene repasar qué ingredientes suelen estar presentes en este tipo de productos, qué dicen de ellos los expertos, cómo se comparan entre sí y cuáles merecen realmente la pena frente a los que son más humo que otra cosa.
Ingredientes que se llevan el protagonismo en la mayoría de sérums.
Uno de los más conocidos es el bimatoprost, un derivado de las prostaglandinas que en realidad se descubrió de casualidad, ya que era un medicamento para tratar la presión ocular. Los pacientes que lo usaban empezaron a notar que las pestañas se volvían más largas y gruesas, y a partir de ahí se incorporó al mundo de la cosmética. Es probablemente de los ingredientes con más resultados medibles, aunque también está rodeado de cierta polémica porque en algunos países su uso en cosmética está limitado al poder considerarse más farmacológico que estético. En la práctica, lo que consigue es prolongar la fase de crecimiento de las pestañas, y eso se traduce en que duren más tiempo antes de caerse.
Junto a él se han hecho muy conocidos los péptidos bioactivos, que son pequeñas cadenas de aminoácidos capaces de enviar señales a las células para estimular procesos como la producción de queratina. Dicho de manera sencilla: ayudan a que la pestaña se forme más fuerte y más resistente, de modo que no se parta tan fácil ni se caiga antes de tiempo. Es algo parecido a lo que hacen algunos suplementos de colágeno, que no son milagrosos, pero sí ponen a trabajar a la maquinaria del cuerpo en la dirección adecuada.
Otro habitual son las vitaminas, sobre todo la biotina (conocida también como vitamina B7) y la vitamina E. La biotina se relaciona con el metabolismo de los ácidos grasos y proteínas, que son esenciales para que el pelo crezca con buen aspecto, mientras que la vitamina E funciona como antioxidante, protegiendo frente a la agresión de factores externos como el sol o la contaminación. No generan un cambio espectacular por sí mismos, aunque contribuyen a que el conjunto se mantenga en equilibrio.
No faltan tampoco los extractos vegetales, muy presentes en las fórmulas actuales. Ya sea con el aloe vera, el ginseng, el té verde o la caléndula, la idea es aprovechar compuestos antioxidantes y nutrientes naturales que apoyen el crecimiento de manera más suave. Aquí lo interesante es que suelen tener un efecto más calmante y acondicionador que estimulante, pero cuando se combinan con otros activos más potentes completan el trabajo dando una base de salud al folículo.
Ingredientes que generan dudas y promesas infladas.
Igual que pasa con cualquier producto de belleza, junto a los ingredientes que funcionan de verdad están los que suenan muy bien en el envase pero que en la práctica aportan poco más que marketing.
Por ejemplo, algunos sérums presumen de llevar aceites naturales como el de ricino, el de coco o el de argán. No está de más aclarar que estos aceites sí ayudan a hidratar y a mejorar la apariencia de la pestaña, pero no tienen la capacidad de estimular su crecimiento en el sentido estricto. Es como cuando te pones crema en la piel: se nota más suave y luminosa, pero no por eso va a regenerarse a un ritmo distinto. Dicho de otra forma, los aceites son buenos acompañantes para mantener la pestaña flexible y con brillo, pero no sirven como motor de crecimiento.
También hay que mencionar el caso de ciertos ingredientes de moda que aparecen en cantidades tan pequeñas que poco efecto real tienen. Un ejemplo son los extractos de frutas exóticas o de plantas raras de las que apenas hay estudios serios. Su presencia suele ser más estética que efectiva, algo así como el trozo de perejil que ponen en un plato para decorar y que nadie se come.
En este grupo también podríamos meter a los productos que presumen de estar “cargados de colágeno”, ya que el colágeno es una proteína demasiado grande para penetrar de manera efectiva a nivel del folículo piloso. Lo que sí puede ocurrir es que se adhiera a la superficie y dé sensación de suavidad, pero eso es más maquillaje que cambio interno.
Comparar fórmulas es como comparar rutinas de entrenamiento.
Un buen modo de entender cómo funcionan los diferentes ingredientes es pensar en lo que pasa cuando te apuntas al gimnasio. Si vas y te dedicas a hacer solo pesas, tendrás resultados muy concretos, mientras que, si combinas pesas con cardio y además cuidas la alimentación, el progreso se multiplica. Con los sérums para pestañas ocurre lo mismo: un ingrediente aislado puede dar un pequeño empujón, pero la clave está en que la fórmula combine varios activos que se complementen.
Por ejemplo, un producto que solo contenga aceites naturales puede mejorar la hidratación, pero difícilmente hará que las pestañas crezcan más largas. En cambio, si a esa base de aceites le sumas péptidos bioactivos y vitaminas, ya tienes una especie de “entrenamiento completo” que trabaja tanto la fuerza como la resistencia. A eso puedes añadir antioxidantes de extractos vegetales para proteger frente a agresiones externas, lo cual sería el equivalente a estirar después de entrenar para evitar lesiones.
Lo más lógico al comparar fórmulas es fijarse en que no se limiten a uno o dos ingredientes estrella, sino que haya un conjunto equilibrado y pensado de forma coherente. Y aquí es donde muchas marcas destacan, ya que no se trata solo de qué ingredientes se usan, sino también de cómo se combinan y en qué concentraciones.
La influencia de la normativa y la transparencia en los resultados.
Otro aspecto que a menudo se pasa por alto es que, al hablar de cosméticos, no todo vale. En Europa existe una regulación bastante estricta sobre qué se puede incluir y en qué cantidad, lo que hace que muchos ingredientes que parecen milagrosos en otros países aquí no estén permitidos. Esto no debería verse como un freno, sino más bien como una garantía de que lo que compras ha pasado un filtro.
Por eso es fundamental que las marcas expliquen bien qué llevan sus productos y lo hagan de manera transparente, ya que de poco sirve listar veinte extractos vegetales si en realidad el efecto viene de un péptido o de una vitamina concreta. Los consumidores cada vez son más conscientes de esto y miran más allá del envoltorio bonito, prefieren una lista de ingredientes clara y coherente.
De hecho, en Levelash señalan la importancia de que los sérums de pestañas estén formulados con activos reconocidos y en proporciones adecuadas, porque la diferencia entre un cosmético efectivo y otro que apenas hace nada está en esos pequeños detalles de formulación que al ojo del consumidor medio pasan desapercibidos.
El factor paciencia y lo que se puede esperar de verdad.
Aunque hablar de ingredientes es fundamental, también hay que aterrizar expectativas. Usar un sérum para pestañas no es como aplicarse máscara y ver el efecto al instante, ya que el crecimiento del pelo sigue sus propios ciclos y eso significa que los resultados tardan en llegar. Normalmente hacen falta entre cuatro y ocho semanas de uso constante para notar cambios visibles y, aun así, la magnitud de esos cambios depende de cada persona.
Un ejemplo muy cotidiano para entender esto es el de dejarse barba: hay quienes en dos semanas ya tienen un aspecto bastante poblado y otros que necesitan un mes para apenas conseguir un sombreado. Con las pestañas pasa algo parecido, ya que la genética y el estado previo del folículo influyen mucho. Lo que sí es común es que, con fórmulas bien planteadas, la pestaña tenga menos tendencia a caerse antes de tiempo y se vea más resistente.
Recuerda que incluso el mejor sérum necesita constancia. Si lo aplicas unos días y luego lo olvidas en el cajón, es como apuntarse al gimnasio en enero y dejar de ir en febrero, los resultados nunca llegan a consolidarse. Por eso lo que más cuenta es la rutina, porque los ingredientes solo hacen su parte si se les da la oportunidad de trabajar de manera continuada.
Ingredientes que apuntan al futuro del cuidado de pestañas.
El mundo de la cosmética no se detiene y cada poco aparecen nuevos ingredientes que buscan hacerse un hueco en este tipo de productos. Entre los que más llaman la atención están los derivados de células madre vegetales, que prometen estimular de forma más directa la regeneración del folículo. Aunque todavía hacen falta estudios más amplios, parece que hay margen para que sean protagonistas en los próximos años.
También se habla mucho de fórmulas que incluyen niacinamida, muy conocida en el cuidado facial por su mejora de la barrera cutánea y la regulación del sebo. Aplicada en la zona de las pestañas podría ayudar a mantener el entorno del folículo más sano, aunque su efecto directo sobre el crecimiento aún está por concretar.