No es una idea descabellada. En algunas empresas, la sonrisa de sus trabajadores forma parte de su imagen corporativa. Sobre todo en aquellas compañías cuya actividad gira en torno a la atención al público. En este caso, la salud dental deja de ser un asunto personal para adquirir un carácter corporativo. Pero, ¿cómo debe planteárselo la empresa?
El Corte inglés es un ejemplo de cómo la imagen de sus trabajadores forma parte de la identidad de la empresa, de la concepción que tiene el público respecto a esta cadena de centros comerciales. El Corte Inglés es sinónimo de calidad. Esto también se aprecia en el servicio y en la atención al cliente.
Todos los trabajadores de El Corte Inglés presentan una imagen impecable. Visten con traje, los dependientes están afeitados a diario y las dependientas, ligeramente maquilladas. No verás ningún vendedor con el pelo largo, con un pendiente en la oreja, ni con piercing. Tampoco encontrarás ninguna vendedora con un aspecto desaliñado.
No es que la empresa les diga cómo deben arreglarse, pero sí tiene unas reglas de estilo que marcan unos estándares mínimos, dentro de los cuales se mueven los trabajadores.
Dentro de esos estándares está también su salud dental. No verás ningún empleado que trabaje cara al público al que se le note que le faltan dientes o que tiene la dentadura visiblemente desalineada. Para ello, según tengo entendido, la empresa cuenta con un seguro dental al que los trabajadores se pueden adscribir voluntariamente y, cuya cuota, la empresa descuenta de sus nóminas cada mes.
Respecto a lo que se refiere a la salud dental, el Doctor Milton Caravaca, especialista en odontología general de la Clínica Mesiodens, una clínica dental de León, aboga por la odontología integral. Un servicio de atención dental que incluya desde la odontología preventiva hasta cualquier tratamiento que requiera un problema dental que le pueda surgir a un paciente en un momento determinado. Este es, quizás, el servicio dental que mejor vendría a una empresa de cara a sus empleados.
Veamos cómo puede aplicar la salud dental una empresa y por qué debería hacerlo.
La seguridad social no cubre la atención dental.
A estas alturas de la vida, seríamos inocentes si no nos diéramos cuenta de que la asistencia sanitaria pública está ligada a la producción. Cuando un trabajador cae enfermo, el interés del médico es que el paciente se recupere lo antes posible para reintegrarse a su puesto de trabajo. Esta intención se refuerza cuando, por medio, opera una mutua de trabajo contratada por la empresa.
El médico firma una baja cuando ve que la dolencia imposibilita al trabajador para realizar su actividad laboral. La duración de la baja se corresponde con el tiempo previsto de recuperación de la enfermedad. Entre medias, programa varias visitas para comprobar la evolución. En el momento en que aprecia que el trabajador ha recuperado sus capacidades, decreta el alta.
Si el facultativo valora que la dolencia no es incompatible con el desempeño del trabajo, aunque baje la productividad, lo que hará será recetar algunos medicamentos para atenuar el dolor y favorecer la recuperación, pero no concederá la baja.
En la sanidad pública española, la asistencia odontológica se limita a ciertos tratamientos asistenciales como la extracción de piezas dentales o la atenuación de procesos infecciosos. No es porque se considere que el estado de nuestra boca no forma parte de nuestra salud, sino porque, en lo fundamental, no interfiere en nuestra productividad laboral.
Hay quien opina que la salud bucodental está excluida de la sanidad pública por el alto coste de la maquinaria y de los materiales que se emplean en esta disciplina. Sin duda, quien defiende esta afirmación no ha recapacitado en la cantidad de dinero que el Estado invierte en subvencionar los medicamentos de una amplia gama de tratamientos, que estos sí, inciden en que a un trabajador solicite una baja.
En la década de los 80, en países como Alemania o Suecia, la sanidad pública cubría una parte de los tratamientos dentales. Se hacía por motivos políticos. Era lo que se dio en llamar el Estado del Bienestar. En nuestro país nunca hemos disfrutado del Estado del Bienestar, al menos, al nivel del que tenían la mayoría de países europeos, pero este es otro tema.
La alternativa son los seguros dentales.
A pesar de que el estado de nuestra boca no se considere un problema de salud de primer orden, las empresas están preocupadas por ello.
En primer lugar, por la imagen que ofrece el trabajador. Sobre todo si trabaja cara al público. No olvidemos que el trabajador es la cara de la empresa para los clientes.
Y en segundo término, porque la salud dental está relacionada, a largo plazo, con otros problemas mayores como son la salud cardiovascular o la del aparato digestivo. Que puede acarrear situaciones más complicadas.
Las empresas delegan el cuidado de la boca a la decisión personal de sus trabajadores. Un supervisor o un encargado, si el problema es evidente, siempre puede hacer una observación o una recomendación al empleado: “Deberías acudir a un dentista” o “deberías cuidarte la boca, te lo digo por tu bien.” Lo cierto es que en España, muchos trabajadores evitan acudir al dentista por el coste de las visitas o no suscriben un seguro dental por el precio del mismo.
El periódico El Economista publica un artículo en el que formula la pregunta de si vale la pena contratar un seguro dental. La respuesta es “sí”. Los seguros dentales cubren una serie de prestaciones como las visitas al dentista, las pruebas diagnósticas, los tratamientos preventivos y ofrecen importantes descuentos en tratamientos más costosos como las ortodoncias, la colocación de implantes y las intervenciones quirúrgicas.
Si una empresa suscribe un seguro dental para sus empleados, siempre podrá obtener condiciones económicas más ventajosas que si lo hace un ciudadano a título personal. El cobro de la cuota mensual lo puede descontar de la nómina, igual que descuenta otros gastos sociales como el pago a la seguridad social o la retención del I.R.P.F.
Una de las ventajas que tienen los seguros dentales es que no necesitan periodo de carencia para beneficiarse de sus prestaciones; es decir, que el asegurado no debe tener un mínimo de permanencia o de cuotas pagadas para aprovecharse de sus ventajas.
Desde luego, aunque la empresa suscriba un seguro dental, la adhesión por parte del trabajador es voluntaria. Si un trabajador no quiere inscribirse, no está obligado a hacerlo. De todos modos, si la empresa te ofrece un seguro dental, vale la pena considerarlo.
Sugerir, no imponer.
El tema de la imagen personal de los trabajadores es un asunto delicado. Si una empresa considera que un trabajador debe tomar medidas que afecten a su apariencia física, lo cual incluye el estado de su dentadura, debe proponer sugerencias, pero no imponerlas. La jurisprudencia laboral es clara a este efecto. Un trabajador no puede ser despedido, ni amonestado por causas relacionadas con su imagen.
Está claro que para cubrir determinados trabajos se tiene en cuenta la apariencia física. A la hora de contratar a ciertos profesionales que trabajan cara al público se valora la imagen del candidato. De todos modos, no puede ser el criterio principal. Si se contrata a un vendedor que resulta atractivo, pero luego es ineficiente para el trabajo que desempeña, la empresa saldrá perdiendo.
Una vez el trabajador ha sido contratado, la empresa debe ser cuidadosa con las medidas que adopta. El periódico económico «Expansión» recoge en un artículo una serie de casos nacionales e internacionales en los que las empresas tuvieron que indemnizar a trabajadores por haber sido tratados injustamente por motivos relacionados con su físico.
En el 2005, la Corte Suprema de California obligó a la empresa Loreal a readmitir a una supervisora de su cadena de perfumerías, Elisa Yanowitz, a la cual despidió porque consideraba que era demasiado fea para el tipo de ventas que llevaba a cabo.
Ser demasiado guapa o guapo, tampoco es garantía de estabilidad laboral. En el año 2010, Debrahlee Lorenzana, ex empleada del banco City Bank en Manhattan, fue despedida porque, según la empresa, su belleza y la forma en la que se vestía y se arreglaba para ir al trabajo hacía que la productividad de sus compañeros varones disminuyera considerablemente. Según los directivos de la empresa, los hombres que trabajaban con ella, prestaban más atención a su compañera que sus quehaceres diarios. El caso saltó a la opinión pública como un ejemplo fragante de acoso laboral.
Más recientemente, Melissa Nelson, asistente en una clínica dental en Iowa (Estados Unidos) fue despedida cuando la esposa del doctor al que ayudaba presionó a su marido para que la expulsara, porque sentía que con su presencia ponía en peligro la estabilidad del matrimonio. La asistente recurrió el despido improcedente ante el juzgado y cobró una cuantiosa indemnización por daños y perjuicios.
La salud dental afecta a la apariencia física, pero también al bienestar de los trabajadores y a su productividad. Por tanto, es un tema que se deberían tener en cuenta las empresas y ver cómo afrontarlo.